Agua que curaba el cuerpo y el espíritu, edificio sagrado y lugar de peregrinación, morada inviolable en la que el contraste entre etruscos y romanos dio paso a una convivencia pacífica. Todo ello fue durante más de siete siglos –entre el s. III a. C. y el s. V d. C.– el santuario de Bagno Grande, en San Casciano dei Bagni, cuyo “corazón”, la piscina sagrada, ha proporcionado más de 200 objetos de bronce y más de 5000 monedas. Un conjunto de ofrendas que “fotografían” fielmente un pasado que sigue hablando de salud, de acogida y de fe.